viernes, 15 de agosto de 2008

Lisboa, 14-08-2008

Continúa el viaje de vuelta:

A las 05:20 sonó algún despertador en la pensión. A las 06:00 estábamos tomando tres taxis en Porta da Cidade. Hubo que esperar algunos minutos, pero acabaron apareciendo uno tras otro. En el aeropuerto facturamos rápido, estábamos los primeros para el velo a Lisboa de las 07:45.

Estábamos en la capital portuguesa a las 11:00, tras atrasar una hora el reloj.

Esta vez no tomamos el 44, sino el autobús 5 que también lleva a la estación de Oriente. Allí, la minúscula sala de consignas estaba llena y se nos plenteó el problema de qué hace con el equipaje el resto del día. El tren salía a las 22:00 y no queríamos desperdiciar la oportunidad de ver Lisboa con una cierta tranquilidad.

Hubo división: Los jóvenes fueros de nuevo a la terminal del aeropuerto a dejar sus maletas y los mayores se decantaron por la estación de Santa Apolonia.

Nos fuimos a recorrer el empinado barrio de Alfama –De ‘los baños’ en árabe.

Subiendo por sus calles, vimos iglesias, casas encajonadas y enlucidas con azulejos

Y como no, el sempiterno tranvía de Lisboa.

Paseamos después por la Rua Augusta, pisando lo que en tiempos fue una calzada romana y visitando tiendas, viendo a los pintores, incluso un músico de acordeón que usaba un pequeño perro que le recogía los donativos en una cesta que llevaba en la boca,

Tomamos una limonada en la terraza del bar Né-Né. Aprovechando la luz, nos fuimos en el ‘électrico’ (Tranvía) a Belén, al Oeste de la ciudad. Allí, tras andar un cuarto de hora vimos la Torre de Belén.

El monumento a los navegantes.

Los Jerónimos, frente a un extenso parque con césped en el que los adultos hacían footing y niños de casi diez años montaban en unos triciclos adaptados.

Y para regresar, en el cercanías, pasamos bajo el inmenso puente viejo sobre el estuario del Tajo, con unos pilares de unos 50 metros de altura. Hay dos niveles, los trenes por debajo y los vehículos por encima, que parecen minúsculas hormigas sobre esta colosal estructura.

A decir verdad, Lisboa bien merece otra visita más detallada. Nos dejamos por ver el castillo de San Jorge, el ascensor que diseñó Eiffel para subir a la parte alta de la ciudad y que llaman ‘la estufa fría’….

A las 22:00, tras embarcar en Santa Apolonia y pasar por Oriente a las 22:09, iniciamos la noche en literas que nos separa de Madrid.

Este viaje se acaba, pero las emociones y los recuerdos son fuertes.

Buenos momentos, mucha energía positiva para todos, una experiencia que nos ha hecho aprender y conocernos más, así como disfrutar de una naturaleza que cada día es más difícil encontrar en estado salvaje, tal como la hemos visto en Flores.

Azores, 13-08-2008

Comienza la vuelta:


El primer salto es desde el aeropuerto de Santa Cruz hacia Ponta Delgada, en la isla de San Miguel. El vuelo salía a las 15:20 y era directo, sin escalas.

Dejamos atrás la isla de las Flores, con sus casas bajitas y envuelta en su magnífico cielo azul.

Empezamos a perseguir a las nubes que el día previo nos mojaban y las sobrepasamos camino de San Miguel.


Al aterrizar en Ponta Delgada, estaba despejado y con una luz de tarde limpia y atrayente.


Tras una hora y media de vuelo, aterrizamos y dejamos las maletas grandes en la consigna del aeropuerto para evitar llevarlas a la pensión sólo para unas pocas horas. Mañana hay que salir a las 06:00. Por ello, hicimos más compras en el aeropuerto antes de irnos al centro.

Uno de los artículos exclusivos son los dientes de cachalote grabados a mano con elaborados motivos marineros. Cuestan más de 350 euros, por lo que nadie los compró, pero son buenas réplicas de los que vimos en el museo. Varios si compraron el poster de la descripción de la Azorianos.

Comenzamos la excursión a la parte de Ponta Delgada que no vimos a la ida, aprovechando la buena luz. Estuvimos en los jardines de la Universidad de Ponta Delgada,


dónde se concitan, desde una inmensa araucaria, hasta falso plátanos monstruosos, pasando por especias de Madagascar, por hortensias perfectamente conservadas


Y la extraña palmera que parece sacar un ‘alien’ de su ‘casco’.



El rostro más amable de la ciudad se nos mostró en el paseo. El teatro Manuel Machado lucía esta fachada.


Una casa estilo New Orleans mostraba ese descuido que atrae a los fotógrafos amantes de las texturas.


A la noche, bife lagarto, Melo Abreu Especial, Sangría y piña azoriana para rememorar nuestra anterior visita al restaurante ‘A Favorita’. La anécdota del día es que comenzó a llover a las 23:00, ya que las nubes que adelantamos en el vuelo acabaron alcanzando la isla, y nos tocó volver a la carrera. Durante toda la noche el soniquete del agua y la humedad ambiente volvieron a hacer difícil el descanso.

Azores, 12-08-2008

El penúltimo día no se programó salida. Fue día de compras por Santa Cruz. Casi toda la tarde fue lluviosa. En la foto, el puerto pequeño.

La anécdota fue la avería del Fiat Punto, que ya había funcionado renqueante hasta el décimo día. Esa tarde no quería arrancar tras dejarle junto a la iglesia. No era la batería. El motor de arranque se movía, pero no se mantenía arrancado. Tras probar a empujarlo y dejarlo caer por la cuesta hacia el puerto grande (Dónde embarcamos en las zodiacs), tampoco prendía. Tuvimos que pedir que nos vinieran a rescatar. Elder, el marido de Telma se presentó con un mecánico. Probó a mover el punto de engrane de la correa de distribución y tras casi tres cuartos de hora consiguió una posición en la que el encendido se mantenía. Un rodamiento del tensor de la correa se rompió, por lo que la correa resbalaba y los pistones se desalinearon. Una avería difícil de resolver. Finalmente, el coche se quedó en el segundo taller que encontramos y volvimos a Lajes en la furgoneta Mercedes de Elmer.

El clima se enrareció a partir de este incidente.

A la noche fuimos a nuestra ‘playa privada’ de Lajes a hacer la segunda barbacoa con el resto de la carne de ternera que nos había comprado Telma. La carne en la isla sólo puede comprarse una vez por semana, del mismo modo que para comprar pescado en la lonja, hay que tener un carnet de personal autorizado. La cena fue acompañada de una ensalada de patata cocida y naranja más otra de tomate, ambas aliñadas con aceite de oliva y orégano.

De nuevo Jesús y Fran estuvieron a cargo de las brasas, bajo los aullidos estridentes de los cagarros que nos sobrevolaban voraces. Los chistes fueron más escasos que en el primer encuentro. Esta vez sobró carne y faltó ánimo, el viaje se acaba.

martes, 12 de agosto de 2008

Azores, 11-08-2008

Octava salida:

La excursión era aparentemente de unos 5 kilómetros, salimos cerca de las 11:30 andando un kilómetro cuesta arriba por la carretera de Lomba, dónde dejamos los coches. Llegamos al indicador de fajã de Pedro Vieira, dónde alguien había pegado una nota manuscrita: ‘No aconsejable’.

El descenso se complicó a partir de los 100 metros del comienzo. Aparecieron las primeras trazas de barro y vacas que se cruzaron en nuestro camino.

Nuestro punto de destino era un farallón sobre una costa rocosa. Tras superar los primeros quinientos metros con más barro rodeados de hojas y flores de menta, llegamos a una zona boscosa que envolvía un arroyo.

Tras atravesar el arroyo, el camino empezó a cerrarse más y más, ya no hasta un ‘tubo verde’ sino hasta una auténtica selva.

Pasamos junto a la piedra de la montaña.

Era evidente que este sendero no se había transitado en meses.

La cosa se llegó a poner tan difícil que parte de los expedicionarios dieron la vuelta, el camino se perdía.

Llegando al final, tras abrirnos camino como pudimos y meter los pies en barro algunas veces hasta la rodilla, llegamos a una zona de cañaveral muy poblado y grueso.

Ahí la pendiente pasaba a ser de hasta 60 grados, por lo que hubo que agarrarse a las cañas y arrastrarse para hacer los metros finales, embadurnados en lodo.

Al final, una playa de callaos sobre la que la fuerte resaca hacía retumbar un movimiento de rocas con sobrecogedor estruendo.

Nuestra sorpresa fue ver llegar a algunos rezagados más del grupo, que asomaron entre las cañas en medio de gritos y risas.

La playa estaba llena de restos de todo tipo de artilugios, parecía un naufragio. Los pies de los recién llegados decía mucho de lo pasado.

El camino de vuelta se nos antojaba casi imposible por dónde habíamos venido. José Manuel, Jesús y Fran encontraron lo que parecía una vereda alternativa. Yendo al extremo derecho de la playa, hubo que pasar la desembocadura de un arroyo.

Ascendiendo por un camino casi cerrado por las coumeiras empapadas (Había seguido lloviendo) dejamos la playa y el arroyo atrás.

La subida era una pendiente muy pronunciada, que hicimos de un tirón, evitando pararnos, pese al cansancio.

Llegamos para nuestra sorpresa a salir a las calles de Caveira

que está cinco kilómetros más lejos de nuestro punto de comienzo de descenso.

Tuvimos que andar esa distancia por la carretera de Santa Cruz a Lajes en dirección sur, más otro kilómetro que nos separaba de los coches. Total, más de cuatro horas de marcha acumuladas.

Cena (Ya concertada) en ‘A casa da Vigia’, un restaurante italiano caro especializado en pescados en Fajã Grande.

Para acabar la noche, volvimos hacia Lajes en medio de una profunda niebla crepuscular y tomamos nuestra última consumición en el restaurante de nuestros amigos Anatoli y Elena.

El techo de dentro del local está lleno de los banderines con el pabellón de cada uno de los barcos que han pasado por el puerto de Lajes.

lunes, 11 de agosto de 2008

Azores, 10-08-2008

Séptima salida:

Visita al antiguo puerto ballenero de Lomba. Salimos a las 10:00 de Lajes y llegamos por carretera a Lomba, dejando el pueblo a la izquierda hasta ver una indicación de 1500 m a pié.

Hay una bajada y luego una ligera subida hasta la casa de piedra dóde comienza el verdadero descenso.

Bajamos por un sendero verde, rodeados de laurisilvas y envueltos en el aroma a vainilla de las coumerias.

Solo hay un desvío, tras bajar casi veinte minutos, debemos bajar por el camino de la derecha en vez de seguir rectos.

El puerto es una caseta medio derruida, dónde en tiempos se troceaban las ballenas.

Lo mejor de la excursión comienza en ese punto: Nos decidimos a afrontarlo José Manuel, Fran, Jesus y Pedro. Bordeamos la costa rocosa hasta la Ponta de Fora, para llegar a la cascada que hay en la playa posterior (Junto al Fajã de Pedro Vieira, que será etapa de mañana).

Tras pasar las primeras rocas, del tamaño de personas, por la mitad del camino había que pasar pegados al muro, pisando callaos redondos y bien pulidos, como huevos de avestruz gigantes. Aprovechamos la marea baja y el día completamente calmado de la mar. Nos mojamos los pies tras pasar una pequeña cascada. Antes de llegar a la punta, buscamos una caverna a 5 metros de altura que comunica con la playa de detrás. Escalarla fue lo más difícil, la pendiente era solo y hierbas sin puntos de apoyo.

Lo que no se ve en las fotos es lo que vimos después: Un agua verde y transparente, una caverna a nivel del mar llena de callaos, dentro de la que parecíamos ver el exterior en cinemascope. Una segunda cueva, y detrás la abundante cascada que era nuestro destino.

A la vuelta, bocadillo y amago de siesta a la sobra más próxima del puerto.

La tarde, viendo el cielo despejado, nos apresuramos a Fajã Grande. Antes de llegar, paramos a ver el Poço da Alagoinha, a mitad de camino entre Fajaizinha y Fajã Grande.

Un camino entre altísimas laurisilvas, líquenes y helechos.

Rojizos troncos de Criptomerias acompañan la subida hasta la laguna que forman las cascadas.

El espectáculo es impresionante.

Agua por todas partes, fluyendo en pleno mes de Agosto.

Un perrillo el el bar de Fajã Grande viene a pedir cariño.

Para cenar, de vuelta en Lajes unos estupendos Goraz en Lajes en el restaurante Beira-Mar, hoy asados en su punto.