Continúa el viaje de vuelta:
A las 05:20 sonó algún despertador en la pensión. A las 06:00 estábamos tomando tres taxis en Porta da Cidade. Hubo que esperar algunos minutos, pero acabaron apareciendo uno tras otro. En el aeropuerto facturamos rápido, estábamos los primeros para el velo a Lisboa de las 07:45.
Estábamos en la capital portuguesa a las 11:00, tras atrasar una hora el reloj.
Esta vez no tomamos el 44, sino el autobús 5 que también lleva a la estación de Oriente. Allí, la minúscula sala de consignas estaba llena y se nos plenteó el problema de qué hace con el equipaje el resto del día. El tren salía a las 22:00 y no queríamos desperdiciar la oportunidad de ver Lisboa con una cierta tranquilidad.
Hubo división: Los jóvenes fueros de nuevo a la terminal del aeropuerto a dejar sus maletas y los mayores se decantaron por la estación de Santa Apolonia.
Nos fuimos a recorrer el empinado barrio de Alfama –De ‘los baños’ en árabe.
Subiendo por sus calles, vimos iglesias, casas encajonadas y enlucidas con azulejos…
Y como no, el sempiterno tranvía de Lisboa.
Paseamos después por la Rua Augusta, pisando lo que en tiempos fue una calzada romana y visitando tiendas, viendo a los pintores, incluso un músico de acordeón que usaba un pequeño perro que le recogía los donativos en una cesta que llevaba en la boca,
Tomamos una limonada en la terraza del bar Né-Né. Aprovechando la luz, nos fuimos en el ‘électrico’ (Tranvía) a Belén, al Oeste de la ciudad. Allí, tras andar un cuarto de hora vimos la Torre de Belén.
El monumento a los navegantes.
Los Jerónimos, frente a un extenso parque con césped en el que los adultos hacían footing y niños de casi diez años montaban en unos triciclos adaptados.
Y para regresar, en el cercanías, pasamos bajo el inmenso puente viejo sobre el estuario del Tajo, con unos pilares de unos 50 metros de altura. Hay dos niveles, los trenes por debajo y los vehículos por encima, que parecen minúsculas hormigas sobre esta colosal estructura.
A decir verdad, Lisboa bien merece otra visita más detallada. Nos dejamos por ver el castillo de San
A las 22:00, tras embarcar en Santa Apolonia y pasar por Oriente a las 22:09, iniciamos la noche en literas que nos separa de Madrid.
Este viaje se acaba, pero las emociones y los recuerdos son fuertes.
Buenos momentos, mucha energía positiva para todos, una experiencia que nos ha hecho aprender y conocernos más, así como disfrutar de una naturaleza que cada día es más difícil encontrar en estado salvaje, tal como la hemos visto en Flores.